domingo, septiembre 17, 2017

Cataluña o cómo una democracia disfuncional puede afectar a la convivencia de los países: Los antecedentes (I)



El texto que escribo a continuación es una adaptación al castellano de otro que publiqué originariamente en lengua inglesa como parte del blog DIEM25 Utrecht DSC. Realmente serán una serie de textos que darán mi visión de lo que está pasando con la Crisis desatada en Cataluña desde hace ya un tiempo e intensificada en el último mes. Como antiguo ciudadano español, no puedo simplemente ignorar un evento rupturista de estas características, que en ciertos foros lo han calificado como el desafío más importante que ha tenido el Régimen del 78 en sus más de 40 años de vida. De hecho, se están alcanzando unos niveles de violencia política desconocidos, quizá, desde el preludio de la Guerra Civil Española en 1936. No es para menos. Si las cosas salen mal, algo que pasará si las todo se sigue desarrollando como ahora, viviremos una seria amenaza a la supervivencia de Cataluña y España como Naciones, que afectará frontal e inevitablemente a la viabilidad de una ya de por sí débil Unión Europea. Pero, personalmente, lo que más me preocupa de todo el asunto es que todo lo acontecido en el último lustro ha sido un constante ataque a la línea de flotación de la Democracia, y deberíamos estar sumamente preocupados.
Como decía, la independencia de Cataluña es un claro evento rupturista. Ninguna novedad en esta afirmación. El establishment político catalán (no podemos decir más antes del referéndum) quiere separarse de la subordinación al estado español. Para alcanzar este objetivo, se ha promovido una polarización extrema entre dos élites, la del gobierno central del Partido Popular (PP) con Mariano Rajoy a la cabeza, y la del gobierno de la Generalitat de Cataluña (Junts pel Sí), liderados por su presidente, Carles Puigdemont, y su vicepresidente, Oriol Junqueras. Lo que no es algo tan evidente, desde mi punto de vista, es que la lucha desatada está enmarcada en una guerra por el poder, que poco o nada tiene que ver con las necesidades (quizá sí con el sentir) del pueblo catalán. No en vano, ambos bandos pertenecen a la derecha política más rancia, que posee no por casualidad estrechos vínculos con la corrupción sistemática acaecida en este país. Es, en definitiva, una ruptura por la derecha, donde se lucha por dinero en el contexto de una terrible crisis económica. Y dinero, por tanto, es poder económico, político y social. Como ejemplo de lo que digo, uno de los más cacareados y malintencionados argumentos del independentismo actual es que España les roba con unos impuestos exorbitantes, y que ellos podrían administrarse de manera independiente si no tuvieran que pagarlos. En 2015, Josep Borrel (antiguo ministro socialista de finanzas) y Joan Llorach publicaron un libro titulado “Las cuentas y los cuentos sobre la independencia” (Editorial Catarata), donde todas estas supuestas injusticias económicas son desmanteladas con potentes datos y argumentos. Como conclusión del libro podemos decir que existe una clara manipulación de las cifras económicas en el discurso proindependentista, que generan dos ideas fuertemente resonantes en el imaginario colectivo de la independencia catalana. Primero, imagine por un momento, querido lector, que la comunidad, región o ciudad donde vive pudiera costear de manera autosuficiente los servicios públicos existentes, generando al mismo tiempo nuevo empleo de calidad, nuevas infraestructuras, reducción de la pobreza, … es bastante tentador para el ciudadano común el defender una independencia, ¿no cree? Vamos ahora a ver qué es lo que ven esas élites económicas catalanas: Sería fantástico si pudiéramos administrarnos nuestro patrimonio y expolio de las arcas públicas sin el control del estado español, ¿no?. Pues bien, si mezclamos todo, el primero de los mensajes es el que está presente constantemente en radio, prensa y televisión catalanas, utilizando partidariamente el sentimiento catalanista, el cual se ve envenenado con el interesado “Yes, we can” del segundo.
¿Qué es lo que está haciendo el gobierno español de Mariano Rajoy? Respuesta simple: Nada. Negacionismo absoluto. Desde que ganaron las elecciones generales por primera vez en 2011, él (y todo el PP detrás) ha ignorado sistemáticamente las propuestas de colaboración y expansión de autonomía de Cataluña, evitando negociaciones bilaterales y creando en Cataluña un sentimiento de indefensión e irritación. En definitiva, podemos decir que él y todo el PP son los únicos responsables de transformar el Catalanismo (es decir, el orgullo de ser catalán existente desde hace siglos) en un independentismo reaccionario. Pero lo más grave del asunto es que son ellos mismos los socios fundadores de esta situación actual. Hagamos un poco de historia (no mucha), volviendo a los tiempos donde el socialista José Luis Rodríguez Zapatero era presidente de la Nación española (2004-2012). Si recordamos bien, Zapatero se embarcó entonces en una carrera por reformar el estatuto de Cataluña o Estatut. Sólo como recordatorio, decir que un estatuto es un tema muy sensible, ya que afecta al reconocimiento oficial de las peculiaridades socio-culturales (como lenguaje, territorio, …) y atribuciones legales (en temas de sanidad, educación, …) de la Comunidad Autónoma en cuestión. Como trámite indispensable, el Congreso de los Diputados debe someterlo a votación antes de que entre en vigor. En un alarde de cultura democrática (y simplificando la totalidad del proceso), Zapatero diseñó un plan de acción que consistía en una propuesta de Estatut por parte del Govern de la Generalitat, el cual se sometería a referéndum en Cataluña y, si era aceptado en el mismo, el PSOE lo aprobaría en el Congreso sin alegaciones. Así ocurrió y así se sacó adelante en 2006 un Estatut para el pueblo catalán y por el pueblo catalán.
He aquí amigos cuando el PP, liderados ya entonces por Mariano Rajoy, presentó un recurso al Tribunal Constitucional en contra de casi un 60% de los puntos recogidos en el nuevo y democráticamente aprobado Estatut. Uno de los que más polémica despertó fue el artículo que explícitamente reconocía a Cataluña como Nación, que a efectos prácticos no suponía nada más que aquellas nuevas atribuciones recogidas en el mismo documento. Haciendo una traducción de los hechos: Mariano Rajoy y el PP declararon inconstitucional la Democracia como un sistema a través del cual la gente puede participar en la vida política del país, rechazando la más que evidente existencia de diversos pueblos en España. Ni que decir tiene, el Tribunal Constitucional ya expelía por aquel entonces un aroma a partidización, que ponía en entredicho la imparcialidad de sus decisiones. La resolución de inconstitucionalidad sobre el Estatut se oficializó en 2010 tras un lamentable espectáculo de recusaciones y contra-recusaciones políticas de sus magistrados, y tras recursos constantes de PP y PSOE. Como consecuencia, la versión descafeinada y censurada por dicho tribunal era (y es a día de hoy) la única vigente legalmente. Con estos eventos, uno puede perfectamente comprender, estimado lector, por qué alguien orgulloso de ser Catalán evoluciona hacia un sentimiento anti-español con activismo independentista.
Ha pasado un tiempo desde entonces con algunas efemérides importantes, como la consulta no oficial de independencia vía elecciones autonómicas en 2016. Y aquí estamos hoy: el 1 de Octubre de 2017 se ha programado un referéndum para la independencia unilateral de y en Cataluña. La algo más de una semana se aprobó en el parlamento catalán la Ley de Transitoriedad Jurídica y Fundación de la República, junto con la oficialización del referéndum en sí, tras un más que abochornante y vergonzante espectáculo circense-político. Por supuesto, Rajoy sigue en su inmovilismo-negacionismo presentando un recurso de inconstitucionalidad (que fue aprobado de urgencia por el Tribunal Constitucional, dicho sea de paso); además, el fiscal general del estado ha denunciado ante el Tribunal Superior de Justicia a todas las personas involucradas en esas leyes del Parlament y a los alcades favorables al proceso; finalmente, para rematar la faena, todas las fuerzas políticas (a excepción esencialmente de Podemos y Bildu) se dicen unidas amorosamente en contra de un acto democrático. ¡Qué bonito escenario!… y qué lamentable. No ya por la actuación del gallego y su secta de la gaviota (eso ya nos lo esperábamos), sino por parte de ese adaliz de los apátridas y desheredados llamado Pedro Sánchez. Una vez más, y es la enésima ya, el rey queda desnudo. Es efectivamente el ejemplo perfecto de judicialización de la política, cuando los políticos que dicen que nos representan fallan estrepitosamente en su única función o en su única razón de ser: parlamentar o discutir con visiones opuestas a las creencias o visiones personales/partidistas de cómo ha de organizarse un país. Pero lo que es realmente peligroso son las insinuaciones por parte de ciertos miembros autorizados del gobierno acerca de la posibilidad del uso de la fuerza militar. Aquí entra en juego el famoso artículo 155 de la muy “democrática” Constitución de 1978, a través del cual se faculta al gobierno a enviar a la armada en contra de posibles rebeliones internas… ¿estaremos realmente ante el comienzo de un conflicto armado en el sur de Europa? Es de hecho muy tentador el pensar en situaciones parecidas (en el fondo) durante la 2ª República Española, con Lluis Companys como presidente de una auto-proclamada República Independiente de Cataluña. En mi opinión, si este referéndum es, no sólo prohibido, sino duramente castigado (militar, judicial y/o políticamente), podríamos estar ante la posibilidad de una pronta declaración unilateral de Independencia Catalana sin consulta mediante, un carro al que pueden unirse otros sentimientos identitarios hispanos que vigilan de cerca el proceso. ¿Qué pasaría entonces?
Para incrementar el nivel de cinismo institucional, la vicepresidenta del gobierno del PP, Soraya Sáenz de SantaMaría, dijo en declaraciones algo así como que “La Democracia ha muerto en Cataluña”… a lo que se puede añadir sin género de dudas que el PP ha sido cómplice imprescindible del asesinato.
Muchas cosas van a ocurrir antes y durante el 1º de Octubre y, como momento histórico que es, escribiré mi visión particular de los hechos si es que existe alguna coherencia en ellos.
Nos vemos en las calles