martes, agosto 09, 2016

La izquierda es regresiva en España


   Decía Juan Carlos Monedero en su libro “Curso urgente de política para gente decente” (Ed. Seix Barral, Colección Los tres mundos) que el pertenecer a un grupo, llámese club de fans, partido político o nación, reside en la creencia de un relato hegemónico común a las personas que lo forman, las cuales están convencidas, lo defienden y se sienten orgullosas del mismo. Si normalmente cada afirmación de este politólogo se presta a ello, este punto me indujo a reflexionar excepcionalmente in extenso. Desde hace algún tiempo, no pasa día sin el que critique animosamente lo español, a mucha de su gente y a sus costumbres. Abrir la versión digital de los periódicos y blogs de opinión hispanos se convierten en una suerte de liberación testosterónica, en la cual poco o nada resulta remotamente coherente. Pocas discusiones con la gente antaño pertenecientes a mi entorno cercano las puedo calificar de aceptables. Posiblemente ese momento de larga reflexión se deriva de una profunda convicción de que he resuelto algo: ya no comparto ni acepto un relato común con España. Aquellas bases ideológicas y sociales que me hacían disfrutar del ser “español” se han perdido. Y como tal, posiblemente también para varios millones de personas que residen en mi país natal.

   Así por ejemplo, se han caído relatos como el de la Transición del 78, la restauración borbónica, la pertenencia a la Unión Europea y la OTAN; sufren en estado crítico la calidad representativa de su democracia y de los partidos políticos; comienzan a tener pleno sentido conceptos como el nacionalismo independentista gallego-vasco-catalán, el Brexit y el “OXI” griego. Para más inri, después de tantos años seguimos exteriorizando patrones conductistas derivados del franquismo. Es decir, gatopardismo puramente italiano y ese “vamos a cambiar todo para que todo siga igual”. ¿Le suena querido lector? Yendo a conceptos más de andar por casa, no hace ninguna gracia que alguien confiese ser fanático de un equipo de fútbol, que se vaya a mirar tiendas al centro comercial por hobby o que se haya comprado el último modelo de teléfono móvil. Que alguien haga apología del tan extendido chovinismo hispano queda poco menos que en ridículo dadas las características de la “marca España”. Que se intente ver cómo aceptable el no ir a votar porque “estoy harto de los políticos” califica al abstenido como “idiota” en el sentido griego del término (y en el común, por qué no decirlo). Ni siquiera resignarse por las dificultades o practicar un activismo de salón tienen justificación (si es que alguna vez la tuvo). En un estado de emergencia socio-cultural como el que se vive en España, no se puede entender ni defender que todas esas costumbres sigan en boga día tras día en el quehacer de sus habitantes y la lucha en las calles siga átona. En definitiva, no tiene sentido ni es defendible el ser español tal y como se es a día de hoy con las circunstancias existentes.

   Para mayor gravedad del asunto, en esa pérdida de relato común no sólo sufrimos una crisis de representatividad y de régimen. También sufrimos una crisis de legitimidad de la izquierda ideológica, la cual, aunque le pese estimado lector, era la única hasta ahora con una mínima intencionalidad para con la gente, al fin y a la postre, para quien debería trabajar y estar controlada. Lo hemos visto con el resultado de las pasadas elecciones. Un partido como Unidos Podemos, con sus contradicciones, con sus errores, y con todo lo que usted quiera, representa la única opción actual (con opciones serias de gobernar al país) de evolución positiva con respecto a la dictadura europeísta establecida desde el comienzo de la crisis. Era (y sigue siéndolo) la única organización presidenciable en cuyo seno reside un sentimiento real de lucha contra esa España costrosa, carcomida de desigualdad, y traumada por su pasado católico fascista y por su presente católico tardo-fascista. Ante semejante opción, ¿qué es lo que la izquierda española ha hecho en el 26J? Quedarse en casa o volver al demacrado redil del PSOE, dejando en su camino toda suerte de desvergonzantes ataques a Unidos Podemos. El que exista una discusión y contraposición de ideas acerca de algo no es negativo. Es imperiosamente necesario, por contra. Pero la falta de humildad que ha habido en esta disputa, ha dilapidado las opciones reales de cambio en una inminente legislatura. Como ya dije en la entrada anterior, la inmensa mayoría de las críticas se pueden resumir en “a mí no me han hecho caso, luego que les den”; “este punto concreto no lo recogen o lo han quitado, luego que les den”; “no puedo tener un papel decisivo, luego que les den”; y así, egoístamente, una tras otra tras otra tras otra, cegándose visceralmente en lo que supuestamente falta, sin pensar en la cantidad de cuestiones tan deseables ya incluidas y envueltas para regalo. Los supuestos intelectuales de la izquierda se han convertido sin darse cuenta en una parte más de esa numerosísima población corrupta (traducido: votante del Partido Popular y del PSOE) que ha dado la victoria electoral a la secta de la gaviota. En España, a excepción de contados casos, existe una izquierda nucleada mayoritariamente conservadora, reticente a cualquier cambio que no venga desde su pequeña y parcial manera de ver el mundo, y que es incapaz de dejar paso a nuevas generaciones sin antes reclamar para sí su minuto de gloria y su “ya lo dije yo”. Es decir, una izquierda incapaz de comprender el nuevo eje arriba-abajo, encerrada en el idealismo de las revoluciones pasadas, y que ha privado a mucha gente de una urgente mejora con respecto a lo que se ha sufrido en los últimos años. Dentro de sus sesudos (y muchas veces acertados) análisis, no se ha dado cuenta de que por desgracia la inmediatez en la política actual no tiene cabida, y su propuesta de máximos le ha dirigido al respirador artificial por la auto-creencia de ser el nuevo subcomandante Marcos o la reencarnación de Robespierre. En definitiva, una izquierda conservadora que por intentar correr, ha ayudado a mantener un régimen bipartidista que contaba con unas constantes vitales bajo mínimos. Con ello no estoy haciendo apología del partido de Iglesias-Garzón. No se equivoque mi animoso lector. Me atrevería decir que esta izquierda no hubiera permitido ganar a Obama en EE.UU., a Rafael Correa en Ecuador o a Tsipras en Grecia. Hubiera sido imposible que Lula fuera presidente en Brasil o Evo Morales en Perú. Antes que todo ello, mejor que se queden los Bush, Palacios, Samaras, Rajoy, y demás calaña, ya que no me han dejado mi minuto de gloria o no han contado conmigo. Resumiendo, que les den. De nuevo, seguimos perdiendo el relato común como bien apuntaba Monedero.

   Ahora simplemente toca esperar, ya que la democracia en España es así de completa y participativa. Si nadie decide tomar las calles, si nadie está dispuesto a que la gente vuelva a tener el control y todos estamos cómodamente de acuerdo en cederlo a manos de reyes, televisiones de plasma y CEOEs, únicamente queda esa opción: esperar a que otros hagan algo. Lo dicho, después de este tostón de lectura, vámonos al centro comercial, que se me ha estropeado el teléfono y tenemos que estar pronto en casa ya que juega la selección.

martes, junio 14, 2016

Unidos Podemos es parte de la solución


   Vivimos tiempos apasionantes desde un punto de vista político. Apenas dos años después de que Podemos irrumpiera en la escena política europea, estamos afrontando como mínimo un escenario de “sorpasso” al PSOE en España. ¿Quién se iba a imaginar que algo así pudiera ocurrir? Más aun teniendo en cuenta la situación de inoperancia motivacional de la política en el gran público por aquel entonces. Pero aún más. No hablamos solo de 3 sino de 4 partidos que copan a groso modo el espectro político antaño monopolizado por un par de aparatos electoralistas, cuya única cualidad era la de saber cómo ganar elecciones. Todo ello, se empezó a gestar tras el 15 de Mayo del 2011 y se ha visto acelerado en el último bienio. Guau… A veces perdemos la perspectiva de lo extraordinario de la situación. Y aunque a muchos le pese, todo ese mérito reside en el partido de Pablo Iglesias, que supo diagnosticar la herida de la representatividad y agrandó la pústula hasta desangrar la carcoma de las sucesivas cauterizaciones. Tanto espacio generó que incluso el partido Ciudadanos pudo encontrar aposento.

   Entre tanto, muchos de los izquierdistas más progresistas (aquellos que ya no se creen el ilusionismo del PSOE), fuera de disfrutar del excelso momento donde después de mucho tiempo las políticas sociales podrían volver a copar un terreno parlamentario prominente, se han lanzado sistemática y penosamente a la yugular del terremoto podemita. Lo más curioso de todo, es que gran parte de las críticas se pueden resumir de la siguiente manera: “No han hecho esta cosa concreta que yo propongo y, por lo tanto, me salgo de su corriente echando pestes de ellos”. Frente a ello, yo tengo una cuestión muy clara: hay demasiados egos sueltos que desearían o matarían por estar en la posición de los Errejón, Garzón, Iglesias y compañía. De otra manera no se entiende. Se puede discutir de los aspectos menos buenos de Unidos Podemos, como su viraje socialdemócrata desde posiciones más extremas (con el que, dicho sea de paso, estoy de acuerdo en el contexto actual), de su descuido de los círculos, de su discurso de contenido complejo para ciertas capas populares, …  pero lo que no es de recibo es que, después de 4 años tan terribles como los que ha habido en España, tengamos tanto fuego “amigo” a discreción. Alguno dirá que no va a aceptar lo menos malo como solución al problema socio-político-cultural que se vive al sur de los Pirineos. Otros dicen que Podemos era antes una opción rupturista y ahora es estadista, acoplado a las instituciones tradicionales. Puede ser. A esa gente, en cualquier caso, le invitaría que se diera una vuelta por el IKEA:

   
  • Renta mínima y suministros básicos garantizados. 
  • Tasa Tobin.
  • Transición energética en el que las energías renovables vuelvan a ocupar un papel principal, junto con una nueva fiscalidad medioambiental.
  • Modelo territorial en el que se reconocen suficientemente las singularidades
  • Incremento del control fiscal para evitar la sistemática evasión de impuestos (lucha contra los paraísos fiscales), junto con una mayor progresividad de los mismos (incluido el IVA).
  • Establecimiento de un impuesto denominado de “solidaridad” a los beneficios de aquellas entidades rescatadas con el dinero del Estado y hasta que se reponga la cuantía total del rescate.
  • Despolitización de la justicia.
  • Derogación de las dos últimas reformas laborales.
  • Ley electoral más proporcional (incluyendo una circunscripción única para los desplazados en el extranjero).
  • Impuesto global progresivo sobre las grandes fortunas.
  • Reestructuración de la deuda soberana.
  • Oposición al TTIP.
  • Prohibición de los embargos en primeras y únicas viviendas.
  • Re-indexación de las pensiones al IPC.
  • Iniciativas populares parlamentarias: derecho a veto, revocatorios de cargos públicos, consulta, procesos deliberativos y propuestas legislativas.


   Y así podría seguir con otra batería de medidas tan importantes (o más, según preguntes) como las anteriores, que se ven intensamente reforzadas con la incorporación de revocatorios por incumplimiento de dicho programa. ¿Podría haber más? No lo dudo. ¿Que el programa es muy bueno? Tampoco lo dudo. Por lo tanto, no entiendo que alguien sea capaz de analizar todos esos puntos y no ver que se obtiene con ello un sociedad infinitamente más justa que la que actualmente se sufre. Es más, muchos de ellos colocarían a la población española dentro de una élite de libertad, fraternidad e igualdad. Por ello, no me queda claro el por qué esas posiciones críticas dejan de ver lo tremendamente adecuadas que son y dan más peso a las ausencias, optando finalmente por una abstención. Quizá ese ha sido el único problema del gobierno del PP. No tanto su ideario, que está más que meridianamente claro. Realmente el problema reside en que la mayoría absoluta de la anterior legislatura la ha provocado esa izquierda egocéntrica, cargada de imaginarios caducos y símbolos otrora revolucionarios. Ahora no se trata del Ché vs Lenin o Marx. No estamos discutiendo si Simón Bolívar representa un “role model” más adecuado que Salvador Allende. Ahora se trata de deponer a aquellos que se sirven ilícitamente de un poder emanado del pueblo y que lo dirigen expresa e ilícitamente contra él con “diurnidad” y alevosía. Una clara lucha vertical a partir de la cual se establezca un marco referencial que, por un lado, los políticos por venir tengan más difícil repetir una situación parecida, y por otro, se recupere un estado social adecuado en el que la gente simplemente pueda vivir. Eso, aunque le pese a una parte de la población, es lo que propone Unidos Podemos.

   Por lo tanto, hago desde aquí un llamamiento a la coherencia (paradójicamente me estoy pareciendo ahora a Rajoy en el discurso) y a que votemos a una fuerza nueva, llena de interrogantes pero también de certezas, cuyo foco se centra en y se compone por la gente y no por Bruselas/grandes fortunas. Posiblemente, se enfrenten dificultades insalvables derivadas de la coyuntura económica que impidan aplicar algunas (si no muchas) de las propuestas. Pero con que sólo unas pocas salgan adelante mejoraremos ostensiblemente la depresión sociopática a la que han sometido artificialmente a la población española. ¿Se atreve usted, señor lector, a formar parte de un cambio histórico?  

jueves, mayo 26, 2016

El perturbado mundo de la ciencia


   Una mañana cualquiera de hace unos cuantos años un servidor leyó su tesis doctoral. A pesar de ser el beneficiario de una beca FPU de 4 años, 6 duró el proceso. La triste situación laboral española hizo que “disfrutara” de una precariedad inverosímil en otros países, dentro de los cuales se sucedieron incluso varios cambios de laboratorio, numerosos problemas contractuales (intentos de mobbing) y diversos directores de tesis. No fue precisamente una tesis cómoda, pero en cualquier caso, llegó a buen término. Y como buen documento científico que se precie, existe una parte de agradecimientos que yo alargué en su titular con un “y Reflexiones”. Reflexiones, porque creí y sigo creyendo que debía constatar en algún lugar las dificultades que muchos otros en mi situación también habrán experimentado y, desgraciadamente, seguirán haciéndolo. A continuación paso a transcribir literalmente mi primera página de dicha sección:

   “Lo que bien empieza, bien acaba”. Si tuviéramos que demostrar el paradigma de este dicho popular desde luego no lo sería con el desarrollo de esta tesis doctoral. En este apartado, dentro del cual me puedo tomar la libertad de escribir lo que siento sin estar sujeto a correcciones ni revisiones, me encuentro en la obligación de hacer una reflexión de lo que han sido estos casi 6 años. Varios cambios de laboratorio, numerosas decepciones personales y profesionales, para llegar al fin a este nirvana científico que supone la consecución del trabajo que ahora toma forma. Efectivamente muchas han sido las personas que se han empeñado en apartarme de mi carrera profesional con la bata y las pipetas. Sin conseguirlo claro está. Por la educación que mi familia me ha brindado y por las pequeñas o grandes cosas que he aprendido de la gente que me ha rodeado, he llegado al punto de caracterizarme por un tesón extremo cuando se trata de obtener lo que verdaderamente quiero. Y precisamente esta era una de esas cosas: la tesis doctoral. De nada han servido las amenazas, los intentos de extorsión y los numerosos ejemplos de abuso de poder que pudiera narrar a todo aquel que se interesara por ello. De nada han resultado las reuniones imprevistas y tramposas que déspotas desequilibrados intentaron en su momento. A toda esta gente de escaso valor tanto personal como moral, decirles que lo único que me hacéis sentir es pena y tristeza. Pena y tristeza porque todo vuestro hacer se explica desde una perspectiva de fracasos y traumas acumulados, bien sea desde la niñez o bien sea desde la imposibilidad de conseguir vuestros anhelos ya en la edad adulta. Freud lo plantearía como un claro prototipo de frustración sexual, mientras la psicología moderna lo definiría como “trastorno maníaco-depresivo”. Pena y tristeza desde el momento en que vuestras acciones, más propias del clásico personaje perturbado de las películas de suspense, no hace sino engrandecer vuestra decadencia como personas. Porque ante todo, en este mundo hay que ser persona, un hecho que se olvida con extrema facilidad. (…)” 

   Directo y agresivo, no lo dudo, pero honesto y sincero. Tomé la precaución de omitir nombres. Una ausencia de personalización que, aun teniendo multitud de razones para haberlo hecho, me hubiera podido acarrear algún que otro problemilla. A continuación se sucedieron otras 9 páginas de agradecimientos a todos aquellos que sí facilitaron mi labor. Este dato es importante para ver el equilibrio entre crítica y regocijo que manejé en el documento. 

   Así llegó el día de la defensa. Mi presentación duró poco menos de 50 minutos y comenzó el turno de preguntas más triste de cuantos recuerdo. Algo así como lo que le pasa al sujeto político “Podemos”, cuando todos los otros partidos se van a hacer campaña in situ a Venezuela. Ni que recordar tiene que el paripé del acto de la defensa requiere de unos jueces mayoritariamente favorables a tus devenires (amigos básicamente) … y eso era precisamente lo que pensé en su momento (para ser justos, decir que únicamente el miembro del tribunal que venía de Zaragoza actuó con cortesía). Todos comenzaron con un protocolario discurso acerca del magnífico trabajo realizado para después, de 200 páginas que contiene el documento escrito, focalizarse casi exclusivamente en la primera. Con patéticos vómitos verbales del tipo “primero forma parte del mundo científico y luego lo criticas” (como si un estudiante de doctorado no lo fuera ya), “pensé que lo decías por nosotros y me quedé un poco así…” (es decir, si lo dices por otros, está bien), “sé que ha habido problemas, pero esto no es de recibo” (¿sí lo es todo por lo que se ha tenido que pasar?), … y otros muchos sin sentidos a cada cual más irrisorio. Sí, lo reconozco. Soy un bocazas, ignorante y bla bla bla… pero, ¿hablamos de ciencia? El corporativismo huele demasiado mal por sí mismo en casi todos los ámbitos. Por ello, opté por no caer en la provocación e ignoré cada uno de los comentarios a ese respecto, aunque no dejo de cuestionarme qué es lo que esconden, defienden y/o protegen. 

   Las preguntas meramente científicas, por supuesto, quedaron en un segundo plano. Afortunadamente uno de esos “amigos” del tribunal se le ocurrió encabezonarse y no conceder el calificativo “Qum Laude” al sobresaliente. Fuera ya de las apreciaciones que se pueden hacer del hecho de haber sido una tesis de 9 publicaciones (3 en el momento de la lectura), entre las que se encuentra un artículo en PLoS One, que dos comisiones supuestamente independientes ya le habían dado el visto bueno, y que el 99,9 % de las tesis españolas se llevan ese calificativo, es muy interesante no haberlo obtenido. Precisamente marcas la tesis como un objeto extraño y puede dar pie a posteriori a que ciertas personas (más del número de lectores potenciales promedio que una tesis genera) la lean, y por tanto, también lean la página endemoniada. Obtuve algo así como una campaña gratuita de marketing en la que, una vez más, esas personas fracasadas y traumadas demostraron su inoperancia mental. Querían aleccionar para coartar futuras aventuras crítico-literarias, y lo que consiguieron fue el efecto contrario: promocionaron unas ideas críticas. No os quepa la menor duda que mucha gente de aquí y de allá me preguntó al respecto y me pidió el documento. Yo, gentilmente se lo di y les describí los detalles. Igualmente, no puedo dejar de decir que en absoluto ha afectado todo ello en el devenir de los acontecimientos profesionales propios. Por el contrario, han provocado un orgullo mayor si cabe en el que escribe junto con una carrera científica interesante. Con ello, animo a que más gente, independientemente del ambiente en el que se mueva, hable y discuta. Exponga sus inquietudes y críticas sin miedo. Si al final, en tu empresa no aceptan una actitud honesta, significa que ese no es ni tu sitio ni el de nadie. Ahora bien, comprensiblemente alguien me podrá decir que de ese sueldo dependen absolutamente sus ingresos. Como los míos y mi tesis en aquel momento… Si perpetuamos una actitud de servilismo ciego, un crítico está abocado al fracaso y a la desaparición. Sin embargo, varios cientos de miles pueden hacer una presión abismal sobre maltratadores y corruptos (suelen ir ambas características de la mano). Sólo nos tenemos que fijar en la situación política española actual y ver qué nervioso está el statu quo de la aparición de los partidos emergentes. Por ello, también políticamente no dejo de cuestionarme de nuevo qué es lo que esconden, defienden y/o protegen.

lunes, febrero 22, 2016

Carne, leche y derivados: Un problema climático mundial


   Cuando haces de la búsqueda de información una costumbre, te enfrentas constantemente al problema del exceso de datos que están a tu alcance. ¿Cuántos de ellos son verídicos y cuántos son intoxicaciones interesadas o fanatismos intragables? Pregunta muy sencilla de formular pero complicada de responder. Lo único que puedo decir es que si a esa búsqueda se le aplica un poquito de sentido común, llegamos generalmente a encontrar grandes sorpresas como la que presento en esta entrada. 

    La información me llegó “vía-vía” a través de unos conocidos que dijeron haberse transformado al veganismo de la noche a la mañana a raíz de ver un documental de reciente producción. Este tipo de anécdotas nos han pasado a todos, y lo que generalmente ocurre es que tus conocidos han mutado en una suerte de abominación para la naturaleza humana. El caso es que, al tratarse de veterinarios, me pregunté si siendo ellos especialistas en el cuidado de animales, era posible que tengan alguna base fiable para que de un momento a otro decidieran no consumir producto de origen animal alguno. ¿Qué se esconde en ese documental?

   Dicho y hecho, una noche nos pusimos a verlo. Su nombre: Cowspiracy (http://www.cowspiracy.com/). Se puede visualizar gratuitamente a través de Youtube. Para empezar, decir que es un documental cuyo productor ejecutivo es Leonardo di Caprio, que a su vez sustenta con sus multimillonarios ingresos una organización que promociona el veganismo… ¡oh, no! -pensé-… 90 minutos acerca de lo tortuoso que es el sacrificio animal, sobre lo inocentes y “monos” que son y qué asesinos somos los hombres. Debate más manido que el de una supuesta nacionalidad venezolana de Pablo Iglesias. Y sí, algo de eso hay en el último cuarto de hora del documental (que encuentro por ello lo más flojo del mismo). 

   En cambio, la historia presentada durante el resto del metraje tiene tal fuerza y está tan claramente presentada, que es difícil quedarte impávido como Rajoy una vez que lo has terminado de ver. Aunque bueno, teniendo en cuenta lo que han votado cerca de 7 millones de personas en las últimas elecciones generales en España, todo es posible. Y por impavidez me refiero a no proponerse reducir paulatina, si no drásticamente, las cantidades de carne que comemos en nuestra dieta habitual. Aquí están los números:



  • El 51% de las emisiones a nivel mundial de gases de efecto invernadero están causadas por la industria ganadera y sus productos asociados. Únicamente el 13% está debido al transporte por carretera, tren, aire y mar.


  • En consecuencia, la huella de carbono de una persona que no coma absolutamente nada de carne es un 50% menor con respecto al promedio actual, sin ningún otro cambio asociado de estilo de vida.

  • La producción de excrementos (íntimamente ligada a la producción de metano) por parte de una granja de 2500 vacas equivale a la de una ciudad de más de 400.000 habitantes (Ratio 160/1).

  • El 65% de las emisiones mundiales de NO2 (el mismo que el de los coches diésel, tan de actualidad hoy en día) son debidas a la ganadería.

  • Para la producción de una sola hamburguesa de carne de vacuno se necesitan unos 2500 litros de agua, que equivale aproximadamente al volumen de agua que cada uno de nosotros utilizamos para ducharnos durante 2 meses.

  • Ese gasto de agua, por tanto, equivale al 55% del consumo total de agua en todos los EE.UU., siendo el uso doméstico de la misma únicamente un 5%. Además, conjuntamente, la industria de la carne y de los lácteos utiliza 1/3 del total de agua potable de la tierra.

  • 45% del total de la superficie terrestre está dedicada a la ganadería

  • 6000 m2 de tierra producen de promedio 170 kilos de carne mientras que la misma superficie produce 168.000 kilos de alimento vegetal. 


  • Por ello, una persona que consumidora habitual de carne necesita al año 18 veces más superficie terrestre para alimentarse (aprox. 11700 m2) que una persona sin consumo alguno de carne (aprox. 650 m2).

  • 91% de la superficie deforestada en la selva amazónica tiene como objetivo la ganadería, bien en forma de cultivo de vegetales para su alimentación o bien para el ganado en sí.

  • Como resultado, la ganadería y toda la industria asociada es la principal causa de extinción de especies, de contaminación de aguas y de destrucción de hábitats.

  • En definitiva, una persona que no consuma carne produce un 50% menos de gases de efecto invernadero. Así mismo, utiliza 1/11 de petróleo, 1/13 de agua y 1/18 de superficie terrestre en comparación con un comedor habitual de carne

   Esta sucesión de destrozos ecológicos que provoca la ganadería principalmente vacuna a nivel mundial, me dejó sin respiración. Primera pregunta: ¿Qué? (aunque he de confesar que me venía a la cabeza la versión anglosajona menos destilada: What the f…?). No me puedo creer que después de años separando basura, utilizar más a menudo la bicicleta y reducir el derroche de agua, electricidad y envases, … resulte que la influencia de estos actos en forma de huella del carbono y desgaste hídrico sea apenas poco más de nada. Y que casi todo dependa… ¡de las granjas de vacas y la industria vacuna y láctea mundial! Estamos claramente ante una situación forzada por el propio entorno global competitivo, que genera artefactos (en este caso, industrias) fuera de control. Podríamos hablar que algunas de estas empresas dedicadas a la producción de carne y leche pertenecen a ese elitista grupo del “too big to fail” (“demasiado grandes para quebrar”). O lo que es lo mismo, empresas que se han convertido en entidades que manejan tanto volumen de recursos económicos (y añado yo, naturales), que su bancarrota supondría la bancarrota inmediata del país/es donde se sustentan y/o de otras tantas empresas que a su vez dependen de ellas. Ni que decir tiene, que los gobiernos de turno optarían por el tan de moda recurso de socialización de las pérdidas (¿Alguien ha nombrado Grecia o Bankia?) antes de enfrentarse al tan apocalíptico escenario.    

   Evidentemente, ni que decir tiene, que viendo las conclusiones de la reciente y tristísima conferencia del clima de París, parece una broma de mal gusto en comparación. La importancia de los datos de Cowspiracy radican en que se nos presenta de pronto en el salón de casa, concretamente en la mesa, una posibilidad inaudita de empoderamiento ciudadano carente de dualidades incoherentes y de imágenes retrógrado-inmovilistas. Qué fácil, ¿eh? Ya no vale eso de “es que yo no puedo hacer nada para cambiar las cosas”. Me explico. Imaginémonos por un momento que a partir de mañana cuando nos levantemos, todos sin excepción, reducimos la dosis de carne y leche diarias pongamos en un 50% (propongo esta cifra tan conservadora no vaya a ser que la “todología hipánica” salte a la provocación con un “yo no puedo vivir sin mi buen filete diario y sin mis embutidos nocturnos”… qué cerebro más mal aprovechado…). Los efectos sobre el clima global de dicha medida si se mantuviera a largo plazo serían tan tremendos en el sentido positivo, como el no hacerlo en sentido negativo. De hecho, no hay que ser muy experto para aventurar que el afamado objetivo de mantener el incremento de temperatura por debajo de 1.5 grados, gritado a los cuatro vientos por los pseudo-líderes en París, sería muy sencillo con poquitos cambios más, si no una realidad fáctica per sé.

   Al mismo tiempo, probablemente se produciría un efecto de redistribución alimentaria. ¿Qué pasaría con la inmensa cantidad de cultivos y tierras dedicados a la ganadería que ya no son necesarios por la reducción de la demanda lactocárnica? Pues que tendrían que reciclarse a sí mismos, bien desapareciendo (lo que reduciría el consumo hídrico neto global y la deforestación) o bien redirigiendo su población objetivo, en este caso, desde la animal a la humana. Si este segundo fenómeno acontece, se tendrían que buscar ineludiblemente otros mercados, aceptando la lógica neoliberal desgraciadamente imperante. Los países más pobres, en los que apenas se subsiste con un dólar/euro al mes por persona física, serían un factible y lógico objetivo. La causa se encuentra en que, debido a que la producción vegetal es ya de por sí excesiva en los países supuestamente desarrollados, entrar a competir en ellos con el consecuente excedente generado no sería viable, ya que la bajada de precios subsecuente en un sector al borde del beneficio negativo sería fatídico para la salud económica global. Lo voy a traducir no vaya a ser que ustedes, señores lectores, se transformen en consumidores simplistas de mis palabras: devolveríamos la propia perversión lógica del sistema económico neoliberal del crecimiento infinito contra sí mismo, dejándole a tal efecto muy pocas salidas posibles y todas ellas a priori positivas para nuestra sociedad. La lucha se focalizaría entonces en que ese ente inmaterial todopoderoso, que hace andar a tullidos y que le respiramos junto al oxígeno que nos mantiene vivos, llamado “mercado” no de una vuelta de tuerca en falso y nos pase de rosca con los desatornilladores de la troika (se cambiaron de nombre pero siguen siendo los mismos) y de la Reserva Federal Americana (FED).

   Para aquellos que sigan con el cerebro esguinzado y vuelvan a repetir el “yo no puedo vivir sin mi buen filete diario y sin mis embutidos nocturnos” va dedicado este párrafo. Por experiencia propia y ajena, decir que los efectos beneficiosos para la salud de una reducción de carne en la dieta son más que patentes, aproximándonos algo más a lo que antaño se denominó dieta mediterránea y que aún hoy somos incapaces de ver que hoy eso ya no existe. Bajaríamos nuestro peso corporal, algo ya de por sí bastante incrementado entre los habitantes de nuestra “Spain is different” (adiós a las rancias  y estúpidas dietas de la piña, de alto contenido proteico, … etc); además se reduciría de manera evidente el riesgo de accidente vascular y nos sentiríamos sencillamente mejor al disfrutar de digestiones menos pesadas, entre otras cosas. Por si fuera poco, la reducción del consumo cárnico tiene un efecto auto-inductivo, desde el momento en que si comemos menos carne, tu cuerpo siente una menor necesidad de comerla y por tanto retroalimenta la reducción. Básicamente, el mismo efecto de desintoxicación de una droga. Y no queremos tomar drogas, ¿no? Mira tú por donde, que lo mismo la disminución del 50% se transforma en un 75-80% casi sin darte cuenta, cosa que a su vez multiplicaría los beneficios naturales y sociales globales, como expliqué más arriba.

   Para terminar dejaré escrita la siguiente reflexión: con todo esto NO  (subrayado, en mayúsculas y en negrita) estoy exhortando que dejemos de consumir carne y leche. Es más, creo que el veganismo puro es un extremismo, y como tal no hay que hacerle mayor caso. No digo que esté carente de lógica, si dejamos a un lado el tema del sufrimiento animal (probablemente ninguno de los autodenominados veganistas vayan a consumir un medicamento cuando están enfermos sin que antes se haya probado su toxicidad en un animal de laboratorio, por ejemplo). De hecho, parte de las ideas que aquí expongo encuentran su fuente en esta interesante corriente. En cualquier caso, la carne y la leche son necesarias (obvias propiedades nutricionales), el ser humano las ha consumido desde el inicio de los tiempos sin aparente perjuicio para la especie (somos más de 7 mil millones de personas, que cada vez viven más años) y son muy sabrosas; pero, por encima de todo, han de serlo en su justa medida, la cual está marcada por nuestra salud individual, la del entorno natural y la del entorno social, todos ellos por partes iguales.