Efectivamente si algo caracteriza a España, es el ser un país que
escuchar no escucha mucho y responder a lo que se pregunta (primera
norma de respeto de todo buen Cristiano que se precie) no es moda.
Bueno, exceptuando las altas esferas gubernamentales de los últimos
años, donde el señor De Guindos y el señor Rajoy sólo escuchan a
Ángela y asienten sin réplica. Por lo demás, se pueden esbozar
múltiples situaciones para deleitarnos. Ante la rogativa al señor
Montoro de la lista de los acogidos a la amnistía fiscal, la gestión
de don José Luis reaparece de forma “ytumasista”. Cuando a
nuestra Esperanza de todos los Madriles se le comenta que los
granados están en flor, aparece un “tú eres ETA”. O cuando los
televisores de plasma se publicitan en las ruedas de prensa del
gobierno y... bueno, no hay escucha ni por supuesto respuesta del
interlocutor. Vamos, que al final, la evolución darwiniana tiene el
capricho de que la raza humana que habita en la Península Ibérica
carezca de cuerdas vocales y tímpano.
En cualquier caso, lo peor de todo es que sindecir ni escuchar,
echamos nuestro papelito en una urna y ¡uy! La mayoría absoluta más
grande de toda la historia. O como el pasado día 24 de mayo, por el
que la gaviota sigue sobrevolando nuestras comunidades y
ayuntamientos a pesar de contar sólo con un ala. Incluso, sus
compañeros de fatigas de la rosa aún mantienen un par de pétalos.
Por mucho que se trate de justificar mediante la dificultad de acceso
a la información por la carestía tecnológica digital existente en
pueblos de la España profunda, o por la ausencia de más partidos en
el espectro ideológico de la derecha (aceptando el marco político
anglosajón), es inexplicable la cantidad de votos que unas
organizaciones/mafias tan dañinas hoy para el pueblo español han
conseguido en las pasadas elecciones. Al parecer, van a tener razón
aquellos que decían que en política no sirve decir la verdad
únicamente. No sirve demostrar con datos que el empleo no se ha
creado, sino que se ha fragmentado. Es inútil repetir hasta la
saciedad que se prometieron 3,5 millones de trabajos nuevos en una
legislatura y 4 años después nos encontramos con 300.000 parados
más según las últimas Encuestas de Población Activa. Es un gasto
de saliva inútil gritar a los cuatro vientos que según el INE, la
pobreza en España ha subido del 24% en 2008 al 28% en 2013 y el de
pobreza severa del 3,5% en 2007 al 6,4% de la población total en
2012, mientras que los pobrecitos rescatados bancos vuelven a
declarar millones de euros en beneficios. Mención aparte tienen los
Gurtel, Bárcenas, caso ERE y Púnica... Pero
bueno, no sé por qué me extraño si, sabiendo que el 1% de las
personas más ricas de nuestro querido país posee tanto como el 70%
de la población, todos los fines de semana nos sentamos delante de
la televisión a seguir manteniendo los sueldos multimillonarios de
unos jovencitos corriendo delante de un balón. Éstos son sólo unos
pocos datos que están a disposición de cualquiera pero, de nuevo,
el empirismo es una fe. Comienzo por lo tanto a plantearme seriamente
que la capacidad intelectual o la madurez cognitiva de una parte
importante de los españoles se encuentra bajo sospecha, siendo
bastante sutil. No hay que ser demasiado inteligente para reconocer
de manera simplista que, en los últimos años, el país ha entrado
en una quiebra técnica sin precedentes afectando negativamente al
nivel de vida de las personas, y que Partido Popular y Partido
Socialista han sido los responsables de manejar las riendas. Por lo
tanto, a la vista de los acontecimientos y dentro de una lógica
demócratica sana, lo más lógico sería decir: “no voy a votar a
ninguno de ellos”. Pero no. Más de un 50% de inconscientes
votantes eligen a estas formaciones políticas, y seguro que dentro
de unos pocos días estarán despotricando contra los mismos
dirigentes que ellos mismos han elegido. No hay más que ver la
esperpéntica situación de 2012, cuando se convocó una huelga
general sólo 4 meses después de haber concedido una mayoría
absoluta sin parangón al Partido Popular. No sin razón, pero
bochornoso en cualquier caso.
Aceptémoslo. Esa es la marca España. País de sol, playa y
corrupción porque su gente, y sólo su gente, así lo quiso.
Dejémonos de tonterías del tipo “manzanas podridas hay en todas
partes” y comencemos a reconocer la co-responsabilidad intrínseca
y esencial del votante en la incrustación de la corrupción en
nuestras instituciones. A pesar de que todo el mundo lo sabe y la
todología encuentra en ello su apogeo, se sigue eligiendo a
politicuchos sin moral alguna perpetuando un sistema gubernamental
degenerado. En definitiva, un país de sordos y un país de mudos,
aunque... ¡qué guapas están las infantas!